Cómo hablar de las notas con los hijos
29 marzo, 2021
Retrocedamos en el tiempo y pensamos qué relación emocional teníamos con los boletines de notas. ¿Eran portadores de buenas noticias? ¿Nos provocaban alegría, pánico, inseguridad, miedo? Si bien es cierto que el aprendizaje y las notas no son conceptos sinónimos, las calificaciones son puntos de ruta que nos indican, con mayor o menor acierto, como caminamos por la ruta de la mejora académica.
Las notas deben ser indicadores, y no sentencias. Invitaciones al aprendizaje, y no frías certificaciones de todo lo que nos queda por conseguir. Que sean recibidas con optimismo depende mucho de las actitudes con que el profesorado las establece y las comunica, y también de la delicadeza con la que las familias tratan la llegada del boletín en las conversaciones con los hijos. ¿Con qué disposiciones debemos hablar de las notas a los hijos?
- Hijo mío, tú no eres las notas que sacas en este momento. Es importante dejar claro a los hijos que no los valoramos ni los queremos en relación a las notas que obtienen. El amor debe ser nunca la comunicación de una cuenta de resultados.
- Valorar mucho más el esfuerzo que la nota. Dejar claro a los hijos que lo único que está mal de verdad es no esforzarse para conseguir los retos que están a su alcance. Apreciar la tenacidad que hay detrás de cada calificación, y felicitar al hijo por lo que ha conseguido, en función de su nivel y capacidades.
- Tratar primero de lo que funciona. Hablar primero de los aspectos exitosos. Ante una buena nota, interesarnos por lo que hay detrás del resultado. ¿Es sólo esfuerzo? ¿Es también o sobre todo facilidad y predilección? Comentar las notas nos debe servir para descubrir los talentos de los hijos, con el fin de orientarlos en la ruta académica que irán trazando en el transcurso de los años.
- Hablar de lo que se puede superar. Ante una mala nota, preguntarle si la ha recibido con sorpresa, si la preveía. Si es una mala noticia inesperada, animar el hijo a preguntar al profesor sobre el origen de la calificación, sin presiones ni prisas. Conviene que sean ellos quienes investiguen el origen de sus pequeños éxitos y fracasos, con carácter emprendedor.
- Preguntar cómo podría mejorar. El aprendiz es el primer maestro. Es bueno animar el hijo a averiguar cómo podría conseguir mejores resultados, a través de pequeñas acciones. Apuntar los puntos de mejora y consensuarlos.
- Centrarnos en la relevancia del trabajo. Dejar bien claro al hijo que lo más importante es evaluarse en el esfuerzo, en el compromiso diario con el trabajo y las pequeñas responsabilidades. Transmitir el valor de la autosuperación constante, más que la urgencia de obtener resultados inmediatos.
- No juzgar precipitadamente los profesores. Si ante una mala nota el hijo escuda en una injusticia cometida por parte del profesor, no darle la razón de buenas a primeras. El hijo debe convertirse en un adulto maduro, y sólo lo conseguiremos si los adultos remamos en la misma dirección. Abrir la puerta a la investigación, el diálogo con el tutor, la reflexión personal.
- Procurar que sea una conversación breve, y finalizarla con un tono positivo. Las conversaciones sobre las notas no pueden ser los únicos diálogos en profundidad que tenemos con los hijos. Si lo son, les estaremos diciendo que en la vida sólo cuentan los resultados. Porque estos encuentros adopten la dimensión adecuada es necesario mantener conversaciones variadas y frecuentes con los hijos, de todas las temáticas y preocupaciones. Y procurar terminarlas con deportividad.