Consejos para educar a los hijos en el uso del dinero y bienes materiales
15 febrero, 2021
Todos necesitamos bienes y dinero: no somos ángeles. Es, pues, de gran importancia educar a los hijos a hacer un uso apropiado de los objetos y administrar adecuadamente el dinero. Sin embargo, no es una tarea sencilla, ya que la influencia del ambiente materialista de la sociedad actual puede conducir a valorar más «tener» que «ser». Ahora bien, lo más importante es, sin duda, el «ser»: hay que esforzarse a ser muy buena persona y alcanzar el nivel de virtudes más elevado que podamos; este es un reto que dura toda la vida.
En ocasiones, un joven que no ha sufrido carencias materiales quizás no sabe valorar lo que tiene, porque no conoce lo que cuestan las cosas. Esta situación puede llevar a crearse necesidades superfluas, a no tener cuidado de lo que posee para que dure, a querer sólo productos «de marca» o a creer que no se puede ser feliz sin determinados bienes o servicios. En otras ocasiones, si una persona no tiene lo que tienen los demás (o la mayoría) o pasa por una crisis económica, se puede llegar a sentir infeliz.
La familia, empezando por los padres y madres y continuando con los parientes, conocidos y vecinos, puede ayudar mucho a los hijos a adoptar una relación correcta con el dinero y los bienes materiales. Todos hemos visto las dificultades materiales y económicas por las que han pasado nuestros abuelos, padres, tíos, amigos o vecinos, y cómo las afrontaron (o todavía afrontan): con fortaleza humana, visión sobrenatural y alegría. Los que han pasado por las vicisitudes de la vida saben que ni el dinero ni las comodidades materiales no aportan la felicidad: son siempre un medio y no un fin. Estas valiosas lecciones las aprendieron a través de las penurias por las que pasaron. Lo que entra por los ojos es el mejor referente, por tanto, los padres y madres siempre tienen que ser los primeros en dar ejemplo de sobriedad.
Son muchos los detalles que se pueden enseñar y exigir, para el bien de los hijos, tales como: el cuidado de la ropa y los utensilios de trabajo; no ceder ante los caprichos; no depender excesivamente de las nuevas tecnologías; no realizar gastos innecesarios o para presumir; enseñar a ganar dinero para que sepan lo que cuesta ganarles y administrarlos bien, y evitar compras compulsivas. En vez de regalarles cosas, enseñar a los hijos a ganarse la foto con el dinero que puedan obtener haciendo pequeños trabajos y encargos; de esta manera se sentirán orgullosos de lo que han ganado con su propio esfuerzo y aprenderán a valorar lo que tienen.
Hay que enseñar a los hijos a gastar con sentido común, a ahorrar y hacer donativos a los más necesitados. Cuando van creciendo, es muy bueno que con lo que ganan se paguen algunas de sus gastos y, más tarde, colaboren en el sostenimiento de casa, a pesar de que sus padres no lo necesiten. En cuanto al dinero que se dan a los hijos, se podría resumir con tres palabras repetidas: poco, poco y poco. También se ha de enseñar a los jóvenes a no vivir por encima de sus posibilidades y ser conscientes de que se puede vivir y ser feliz con mucho menos de lo que a veces se tiene. Igualmente, atender a las personas más necesitadas nos ayuda a ser generosos. Y no debe ser únicamente una cuestión económica: también se debe dedicar tiempo a los demás. Hay que enseñarles que la vida da vueltas, y unas veces a uno le va bien y otras, mal, y no los tiene que coger por sorpresa; deben saber llevarlo todo con caridad, fortaleza y visión sobrenatural. Las contrariedades de la vida nos pueden ayudar a ser más empáticos y solidarios con todo el mundo.
Es bueno recordar que somos administradores de los bienes que Dios nos ha dado, no los propietarios absolutos. Y Dios da por supuesto que ayudaremos a los otros, los cercanos y los lejanos, con nuestros bienes, que seremos generosos, sin presumir de nuestra generosidad. Cristo, hablando de este tema, dijo «que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha». Y Cristo es el Hijo de Dios.